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A Materialists’ Reality Check

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    Interlatencias
  • 31 ago
  • 9 Min. de lectura

Comentario crítico de Aurea Gao


Amores Materialistas (2025)
Amores Materialistas (2025)

Era el año 2023 cuando vi Past Lives, una película que a mi parecer, es de terror. Recuerdo perfectamente que la vi en la Cineteca con mi mejor amiga, y que lloré muchísimo, pero también recuerdo que un par de semanas después me enteré que Celine Song, la directora, sacaría una nueva película. Una comedia romántica protagonizada por Pedro Pascal, mi novio, y Chris Evans, mi otro novio. Mucho antes de saber cómo se llamaría y de qué iba a tratar, yo dije que esa película sería MI película y de nadie más, y de verdad espero que cuando alguien mencione Materialists, piense en mí. Nunca había seguido tan de cerca la producción de alguna película como lo hice con esta, desde emocionarme por el cast, luego saber el título, aprenderme de memoria la trama, y llorar porque en México se estrenó un mes después que en Estados Unidos, aún cuando yo la esperé por más de un año.


Y entonces llega el momento de la película, y aunque hice lo imposible por evitar spoilers, moví cielo y tierra para no enterarme del final. No se pudo, y terminé enterándome de que Lucy (Dakota Johnson) deja al unicornio guapo y rico de Harry (Pedro Pascal), y se queda al final con el pobretón de John (Chris Evans). Fue una decepción cabrona, más que nada porque estoy harta de la broke guy propaganda. Pero la realidad es que, a pesar de saber el final, no tenía expectativas sobre lo que iba a ver; yo sólo estaba muy contenta porque iba a ver a mis dos mayores crushes en pantalla juntos. Y entonces voy a ver Materialists, un jueves, a las 8 PM, subtitulada porque qué es eso de ver tremenda masterpiece con doblaje, y de camino a casa me veo hablando con un hombre al que le migajeé la salida —mi hermano— sobre una película romántica que él no quería ver, pero que le gustó mucho. Hasta terminar conmigo escribiendo esto al día siguiente.


Honestamente no voy a decir si es buena o mala. Creo que para una película que me ha hecho pensar y meditar mucho esos adjetivos son reduccionistas; además de que tachar algo como bueno o malo es muy subjetivo, y honestamente, creo que soy la persona menos indicada para señalarlo porque pues estoy clavada con los dos male lead. Ahora, visualmente es preciosa: los planos, las secuencias, es muy linda, es muy aesthetic como diría la chaviza. Creo que se queda corta comparada con Past Lives, pero también pone en la mesa una conversación que puede resultar un tanto incómoda. Pero no me voy a adelantar. Y me gustaría aclarar que MI opinión se basa desde varias aristas y está principalmente regida por mis vivencias y mi realidad.


Antes que nada, Materialists trata de Lucy, una casamentera que un día conoce a Harry en una boda: un hombre rico, soltero, guapo, alto, amable, divertido, inteligente y prácticamente perfecto, pero que no la ama. En esa misma boda, Lucy se reencuentra con su ex, John, un actor fracasado que vive con roomies porque no puede permitirse pagar algo más, que es pobre pero que la ama mucho, la entiende y está dispuesto a cambiar y mejorar por ella. La película plantea que el materialismo le ha hecho daño al amor, y que actualmente las personas vemos las relaciones más que como transacciones entre dos personas, que prácticamente se basan en lo que yo te puedo ofrecer y lo que tú me puedes ofrecer.


Yo personalmente creo que ver las relaciones como transacciones es algo inherente e inevitable, más que nada porque vivimos en un sistema capitalista en el que desafortunadamente el dinero está ligado a casi todos los aspectos de la vida, y las relaciones no son una excepción; pero también creo que es horripilante que sea así. Porque en efecto, el amor y la situación financiera no tendrían porque estar relacionados, o como dijo mi hermano: “amor ≠ dinero.” No son equivalentes, y no tendrían porqué ser tratados como tal. Y, aun así, en la práctica lo hacemos todo el tiempo. Parte de eso tiene que ver con que las relaciones no existen en el vacío: estar con alguien implica gastos, planes, responsabilidades y, muchas veces, crianza. Para la gente común y corriente, el dinero suele condicionar el terreno donde el amor crece, y cuando ese terreno es inestable, incluso el cariño más genuino se vive con tensión, sacrificios y, a veces, resentimiento. Yo, que ya he vivido la precariedad y la experiencia de cargar sola con las cuentas, me resulta casi imposible desconectar el amor de la estabilidad financiera. El miedo a repetir esa ansiedad se convierte en un filtro inevitable, aunque me duela admitirlo.


Creo que la conversación que plantea es incómoda, porque obvio, cuando una persona dice que prefiere el dinero antes que al amor, se le tacha de, precisamente, alguien materialista; pero cuando dice lo opuesto, entonces es alguien conformista y siempre se saca el discurso de “pero de amor no se vive”. Como si no se le pudiera dar gusto a nadie con una elección meramente personal, como si en teoría, nunca pudieras tener ambos, pero en la práctica, tal vez sí. Supongo que ahí recae el lado optimista de esta película y lo que lo hace una rom-com


No voy a fingir que descubrí el hilo rojo al decir que la solución más realista es que Lucy no se quedara con ninguno, pero sí creo que eso hubiera sido lo mejor. Más que nada porque me niego a creer que sólo hay dos opuestos en esto del amor: tener estabilidad financiera sin amor, o amor sin estabilidad financiera. Tal vez la solución era que Lucy fuera a terapia incluso, porque eso es algo que también toca la película: que vemos patrones y los aprendemos, así que sí, es válido decir que los papás te arruinan. A nivel personal puedo decir que no, no me gustó el final. No sé si es porque me gusta mucho más Pedro Pascal que Chris Evans, o si es porque soy alguien materialista que prefiere el dinero antes que el amor, pero, independientemente de todo esto, creo que el final de la película es coherente, hace sentido con lo que planteó y es adecuado para lo que quería retratar, que es que el capitalismo no puede y no debe controlar aspectos del corazón. 


Algo que tampoco quiero dejar fuera es cómo la película toca, aunque sea de forma ligera, el tema de la autoestima y la validación externa. Hay una escena en la que una novia le dice a Lucy que quiere casarse con su prometido porque él la hace sentir valiosa, y creo que eso resume mucho de lo que la historia plantea: más allá del amor o del dinero, muchas decisiones en pareja pasan por cómo creemos que nos ven y lo que sentimos que merecemos. En Twitter leí un comentario que decía que Materialists explora la pregunta “¿lo quiero, o sólo quiero que otras personas sepan que lo tengo?”, y eso me hizo pensar que tal vez Lucy no eligió entre amor o estabilidad financiera, sino que aceptó el amor que cree merecer. John la ama, sí, pero también está en un lugar que Lucy conoce y donde no tiene que arriesgarse a no ser querida; en cambio, con Harry habría tenido que apostar por una relación sin amor, todavía, pero con la posibilidad de que este se construyera con el tiempo, y entonces caemos en la pregunta de si valdría la pena iniciar una relación sin amor, y ahí sí creo que la respuesta es muy individual.


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Ahora, considero que la oposición entre los dos personajes masculinos es muy marcada, pero bueno, fue por la trama y eso. La cuestión radica en que Harry, aunque se presenta como un “unicornio”, nunca deja de ser un retrato idealizado: guapo, alto, rico, amable, simpático… pero vacío de detalles que nos hagan verlo como alguien real. Tal vez por eso la decisión final se siente menos complicada de lo que podría haber sido. En la vida real, esos requisitos básicos pueden llamar la atención, pero no garantizan compatibilidad. Creo que Celine Song lo plantea así a propósito: no para decir que una opción es mejor que la otra, sino para mostrar que muchas veces elegimos desde la comodidad, el miedo o la imagen que queremos proyectar, y no necesariamente desde lo que sería más sano o más difícil a largo plazo.


Otra cosa que me parece curiosa es que, siendo Lucy una mujer que ha logrado su independencia financiera, termine con alguien que no tiene su mismo poder adquisitivo pero que le promete “intentarlo” y “mejorar” por ella. Eso suena noble, pero también implica que no se le exige alcanzar el nivel de esfuerzo que Lucy ya invirtió para llegar a donde está. Tal vez por eso tantos hombres celebran su decisión: porque no tienen que aspirar a ser un “Harry”, sólo a seguir siendo una versión un poco mejor de sí mismos, algo mucho más cómodo y menos retador que alcanzar el ideal que él representa.


Tal vez mi visión sobre todo esto también está marcada por mi realidad. Tengo veintiséis años y mantengo por completo una casa, cuidando a dos hombres. Sé lo que es morderse las uñas pensando si el dinero va a alcanzar, y por eso tengo muy claro que no quiero estar con alguien que gane menos que yo. Y no creo que sea una cuestión de “materialismo” en el sentido superficial, sino de no cargar otra vez con un peso que ya sé lo que implica. Pero también me ha tocado ver una dinámica diferente, una de las personas con las que vivo tiene una relación a pesar de no estar trabajando, pero creo que ahí la dinámica es distinta porque su pareja también atraviesa dificultades económicas. No hay una brecha grande que ponga a uno como proveedor principal del otro; están en igualdad dentro de la precariedad. Y creo que eso cambia la lectura social: no es que uno “mantenga” al otro, sino que sobreviven juntos, que es lo que les pasa a muchas parejas que eligen el amor antes que lo financiero.


Al mismo tiempo, creo que los hombres no cargan tan duramente con esta dicotomía en sus elecciones de pareja. Para nosotras, elegir al rico implica que somos vacías, pero quedarnos con alguien que sufre materialmente es un acto de valentía que merece reconocimiento. En cambio, los hombres simplemente eligen y ya. Por eso me parece curioso que tantos celebren que Lucy prefiriera el amor —el amor que ya conocía— antes que estar con alguien que le ofrecía la estabilidad que buscaba. Para muchos, es más fácil mantenerse como están y ser elegidos desde ahí que aspirar a ser el “unicornio perfecto” que es Harry, porque eso implicaría salir de la comodidad y enfrentarse a algo que quizá no pueden, o no quieren, ser.


Tal vez sea darle demasiado crédito a Celine Song, pero me parece importante señalar que a los hombres rara vez se les exige decidir entre riqueza y amor. En la narrativa tradicional, el hombre es el proveedor, y su valor romántico no depende del estatus económico de su pareja, sino de sus propios recursos. Si está con una mujer rica, no se le acusa de oportunismo; al contrario, se le considera afortunado. Nadie cuestiona si está ahí por amor o por interés. Su éxito romántico no se mide por sus parejas sino por quién es él y lo que tiene. Culturalmente se alimenta la idea de que el amor masculino es neutral frente al dinero, que él elige “sólo por amor” y que su pareja lo elegirá por su esencia y no por su patrimonio.


En cambio, nosotras sí somos socializadas para pensar en la seguridad que una pareja puede ofrecer. Esto nos marca como materialistas, pero invisibiliza que los recursos sí juegan un papel importante. Así, el dilema entre amor o dinero ni siquiera forma parte del horizonte romántico de muchos hombres, porque no hay una presión constante que los obligue a cuestionar o justificar sus elecciones.


Al final, no creo ser materialista, creo en el amor y deseo experimentarlo y sentirlo. Pero creo que es un tanto ingenuo decir que el dinero no influye en mis decisiones, y seguramente en las de muchos otros. Vivimos en un sistema donde casi todo está atravesado por lo económico, y aunque el amor y la estabilidad financiera no sean lo mismo, para mí se tocan constantemente. Vivir con constante ansiedad financiera me impide ignorarlo: no quiero estar con alguien que gane menos que yo, no porque no crea en el amor, sino porque sé lo que implica cargar sola con todo. Suena duro, pero creo que me merezco un poco de paz mental después de lo que he estado viviendo.


Además, creo que aquí radica mucho el privilegio. Celine Song mencionó en una entrevista que a ella le hace mucho ruido criticar y juzgar al pobre en lugar del sistema, además de decir que el amor no debe corresponderse con lo financiero; yo comparto lo primero, pero pongo en tela de juicio lo segundo. Es muy fácil elegir sin miedo cuando se tiene estabilidad, porque no se está apostando la supervivencia en la decisión. Pero la realidad es que no todos tenemos eso.


Esto puede reforzar o cuestionar la idea central de Materialists según la mirada de cada espectador. Para mí, elegir sin miedo es un privilegio que no todos tenemos. Entiendo que para otras personas la decisión sea diferente, que para ellas el amor pese más que cualquier otra cosa y está bien. Pero me parece injusto que, para nosotras, esa elección se viva como una prueba de carácter, mientras que para muchos hombres ni siquiera es un dilema. Materialists me gusta porque, incluso si no era la intención de Celine Song, muestra cómo nuestras decisiones más íntimas están moldeadas por un sistema que en vez de vernos como personas nos trata como objetos, e invita a reflexionar sobre eso. Dependiendo de quién la vea, puede sentirse como una defensa romántica del amor o como una crítica al sistema que nos obliga a elegir entre dos extremos. Su final es coherente con la historia, aunque no sea la decisión que yo habría tomado, y me deja pensando que, para nosotras, elegir casi nunca es sólo elegir. No creo que Materialists le vaya a gustar a todo el mundo, pero me parece que ahí está parte de su valor. Si la gente sigue hablando de ella, aunque sea para debatir o para quejarse, es porque logró tocar un tema que vale la pena cuestionar.


Interlatencias Revista

Septiembre 2025


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