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Hasta el fin de los tiempos o sobre el interior fragmentado

Crítica Interlatente de Susana Pedroza
 

La filmografía de Alejandro Molina se ha caracterizado en su narrativa por temas como el futurismo en atmósferas de ciencia ficción y la sensibilidad que provocan estos entornos en las relaciones humanas. Después de sus dos primeros largometrajes, Los presentes (2010) y De día y de noche (2016), estrena actualmente en salas Hasta el fin de los tiempos, una película que deambula una vez más sobre este entorno narrando un fragmento gris y nietzcheano en la vida de un hombre.


La película cuenta la historia de Patricio, interpretado por Bruno Bichir, quien es obligado a firmar el divorcio de su esposa, provocado por problemas económicos con su familia política. En consecuencia, su expareja le ha negado ver a su hija. Patricio, entonces, pierde significativamente su patrimonio, el cual le había brindado gran estabilidad durante el prolongado camino de su vida. A partir de esta situación, el protagonista de la película pretende recuperar lo poco que le queda y se alberga en casa de un amigo cercano: una casa para artistas, cuyo fin es permitir el espacio para que sus proyectos afloren, y donde conocerá a Natalia, una joven dedicada a cultivar un huerto en la azotea.


Nietzsche consideraba entre su teoría que el arte sería capaz de develar el sentido de la humanidad en el mundo. En 1872, retomó a la historia griega para su análisis filosófico y estético en El nacimiento de la tragedia, donde destacó la relación entre la verdad y el arte, lo dionisiaco (los placeres) y lo apolíneo (el ascetismo), además de sus causas y consecuencias en la percepción de la realidad y el acto de creación humana como sinónimo de creatividad y arte per se.

A partir de esto, el filósofo destacó el acto de creación de lo material, espiritual y filosófico como una de las cualidades más bellas de lo humano, en cuyo desarrollo surge el arte como una forma de buscar comprender al mundo para sobrellevarlo.


El planteamiento de Nietzsche se antepone con la personalidad de Patricio, cuyo pasado no se encontraba relacionado con ningún fin artístico sino de materia económica. Bajo este tema, la asimilación entre las relaciones humanas y los negocios resultan una constante reflejada, literalmente, en la manera actual de sobrellevar los vínculos sentimentales: la lógica de ganar-ganar.

En simultáneo a la teoría filosófica y evidenciado en la película, Patricio debe ponerse en contacto con el proceso de creación y contemplación para recobrar el sentido de su futuro desde en interior de la casa.


Posteriormente, la construcción de una conexión entre el cuerpo y el alma disparada por la embriaguez, sostenía Nietzsche sobre los griegos, exaltaba las sensibilidades somáticas para concluir en el preciado conocimiento. De acuerdo con esto, en la película la inmersión sentimental de Patricio con su entorno y el alcohol, potencia sus capacidades por asimilar su presente, y probablemente también por amar de nuevo. Y el crecimiento de las coles en el huerto, se establece como una metáfora de la resiliencia en el duelo.


Por otro lado, la casa funge como el marco en el que sucede el reposo de la conciencia de sus huéspedes. Un modo stand-by necesario para sobrellevar el duelo sobre lo material y lo espiritual. Es en este escenario, decorado a la antigua alrededor de sus pasillos y simetría, en donde se encuentran latentes las imágenes de El silencio de Ingmar Bergman o Whisky, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll. Un entorno perfecto para la introspección.


Igualmente, con una estética audiovisual minuciosamente cuidada, la película recupera su imagen simultáneamente en el aspect ratio, el lienzo de la de la pantalla donde sucede la historia, conforme Patricio se encuentra y se descubre a sí mismo. Así, debido a constantes y discretos anuncios sobre el riesgo de una guerra nuclear en la radio, es que se propone para la cinta una atmósfera como la de El Sacrificio (1986), en donde hay que considerar intercambiar experiencias por otras por mor de la supervivencia.


Hasta el fin de los tiempos, se posiciona como una cinta que trata el duelo desde la adultez madura, aderezada con una atmósfera pre-apocalíptica. Con una postura propositiva en cuanto a su narrativa audiovisual, que se cuece lento y es consistente, se relaciona a dos personajes solitarios con el interior fragmentado dispuestos a sacrificar algo, como en todas las relaciones humanas, por subsistir uno frente al otro. Probablemente no sólo de manera carnal, sino, más relevante, en lo espiritual.


 

Hasta el fin de los tiempos se estrena a partir del 23 de enero en salas selectas.



 

Interlatencias Revista

enero 2023

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